CICLO DE CONFERENCIAS SOBRE JOYERÍA ART DECÓ
Instituto Gemológico Español (C/ Alenza. Madrid)
De 1 a 29 de octubre de 2019
Martes, de 19 a 20h
https://ige.org/events/ciclo-de-conferencias-tematicas-art-deco/
Desde
comienzos del siglo XX los mismos artífices que habían creado la estética del
Modernismo, iniciaron un giro paulatino en favor de diseños que se apartaban
decididamente del criterio naturalista e incluso de la expresividad y dinamismo
de sus motivos abstractos, para esquematizar los elementos orgánicos o desecar
los encintados y entrelazos, transformándolos además en un puro grafismo. En
ambos casos, se trataba de adaptar, de someter la ornamentación a una
estructura nueva, estrictamente geométrica, que es ahora la nueva protagonista
de la forma de la pieza.
El
racionalismo basado en los criterios más elementales del viejo clasicismo
iniciaba así una nueva etapa que coexistió hasta la
I Guerra Mundial con el Modernismo, de
hecho, podría decirse que incluso parece formar parte de él, habida cuenta de
que debe a la estética de éste su punto de partida. Hasta tal punto, que esta
nueva tendencia ni siquiera llega a tener nombre propio por el momento, más
allá de su justificación por el desarrollo del funcionalismo que desde los
proyectos arquitectónicos influye en la renovación del conjunto de las artes decorativas.
A través del impacto causado por la idea de “diseño integral” promovida desde
finales del siglo XIX por entidades como la Escuela de Arte de Glasgow dirigida por Charles
R. Mackintosh (1896-1928), o los Talleres de Viena (Wiener Werkstätte) fundados en 1903 y en activo hasta 1932. Pero
también de la acción personal como diseñadores de Henry Van de Velde, Peter
Beherens, Josef Hoffmann o Joseph Maria Olbrich. Todo ello tendría su colofón
en la Bauhaus
(1919-1933), fundada apenas un año después de la conclusión de la
I Guerra Mundial y liquidada tras el
ascenso de Hitler al poder.
También
debe señalarse su correspondencia con la transformación que en paralelo
experimentaron las artes plásticas y que condujo a las primeras manifestaciones
de abstracción pura. Iniciada igualmente antes de la guerra, tiene su principio
en ciertas obras del cubismo sintético inventado por Picasso y Braque, y del
expresionismo abstracto alemán representado especialmente por Kandinsky, que
fue responsable a su vez en parte del nacimiento del Constructivismo ruso,
mientras Piet Mondrian y Theo van Doesburg alumbraban en Holanda los primeros
cuadros abstractos.
Aunque la
etapa inicial anterior al conflicto bélico, como se ha dicho, no alcanzara a ser siquiera nombrada de una
manera concreta, puede considerarse ahora en perspectiva como el anuncio de un
nuevo estilo que se materializaría ya durante el periodo de Entreguerras, y que
quedaría consagrado a partir de la Exposición
Internacional de Artes Decorativas e Industriales Modernas,
celebrada en París el año 1925, de cuyo título derivaría también el nombre con
el que finalmente se denominaría: Art
Déco.
Para
entonces, los diseños presentaban dos fórmulas que coincidían en servirse de
unas estructuras simplificadas, compuestas por formas geométricas elementales y
dominadas por líneas puras, rectas o curvas: esferas o medias esferas; aros
circulares, ovales, pero también en forma de herradura o de eslabón;
triángulos, pirámides y otros poliedros; cuadrados y rectángulos; y todo ello
sobre un único plano o bien con diferentes planos superpuestos formando un
ensamblaje tridimensional. También pueden encontrarse referencias inevitables a
la máquina y a la industria, por lo que además de la aparición de las primeras
cadenas y cordones articulados por ensambles invisibles que imitan los tubos de
conducción del gas, también es posible encontrar diseños de piezas que parecen
inspirados en los émbolos, pistones y engranajes de una máquina. Sin embargo,
desde el punto de vista ornamental, se distingue una tendencia más radical que
parece querer llevar hasta sus últimas consecuencias la renovación hasta lo
esencial de la estética, y se sirve sistemáticamente de motivos abstractos,
inspirados en las mismas formas geométricas usadas en la propia estructura, lo
que hace a menudo indiferenciable la forma del objeto y su ornamentación.
En otros
objetos, esta radicalidad es moderada en cambio con la adición de motivos que
rescatan las flores y las vegetaciones, rigurosamente ordenadas eso sí sobre la
pieza, siguiendo diseños planos y repetitivos, que cubren amplias zonas de su
superficie, sugiriendo a menudo estampados textiles. Incluso broches y
colgantes adoptan forma de jarrones con flores o con frutos, igualmente
esquematizados y guardando así una completa coherencia con la base estética del
Art Déco.
Al mismo
tiempo que se desarrollaba este estilo como tendencia dominante del periodo
sobrevive, e incluso se intensifica en algunos casos en relación con
acontecimientos de especial relevancia (como el descubrimiento en 1922 de la
tumba del faraón Tutankamón), una línea de diseños inspirados en los motivos
del antiguo Egipto y del Extremo Oriente, con China y Japón por
un lado en este último caso, y por otro la India, cuya presencia se prolongaría
aún durante las dos décadas siguientes.
La unidad
de estilo que encarnaba el Art Déco comenzó
a romperse aproximadamente a mediados de los años 1930, cuando se inició con
claridad un cambio de tendencia que no se manifiestaría de forma homogénea,
sino que al contrario tendería a guiarse por un eclecticismo intuitivo, que
impidió la definición de un nuevo estilo, abriendo un amplio abanico de
posibilidades que se desarrollarían ya abiertamente después de la
II Guerra Mundial. Aunque para entonces
imbuida quizá en algunos casos de un espíritu más conservador, que en ocasiones
se traduce en resultados algo relamidos. Convivirán así el revival, los motivos naturalistas (flores, hojas, frutos, animales,
conchas, etc.), los diseños textiles (lazos, mallas, borlas, flecos, cordones,
cuerdas, “cremalleras”), los texturados, el orientalismo, lo étnico y los
caprichos. Mientras la joya matérica, que se sirve del mejor material
gemológico como principal y único mérito del objeto, sigue pasando por todas
las etapas, a menudo mostrando su indiferencia ante los cambios de estilo.
La
diversidad que se observaba ya en la primera colección de joyas con diamantes
presentada por Coco Chanel en París el año 1932, había sido el primer aviso del
cambio que iba a producirse. También la inesperada presencia de los tutti fruti de Cartier, alterando la
estricta geometría de algunos objetos apuntaba en la misma dirección.
Por otro
lado, debe destacarse la importancia que adquiere a partir de esta época la
alta bisutería, a cargo de una pléyade de diseñadores especializados en este
campo de las también llamadas joyas “de fantasía” (costume jewellery), que trabaja con solvencia como contrapartida a
las grandes firmas, y que se dirige especialmente a una clase media de espíritu
más moderno, que no tiene miedo ni al sucedáneo ni a la extravagancia de un
tamaño de objeto a veces desmesurado, ni a la libertad cromática ni a la
interpretación irónica de los modelos de la alta joyería. Incluso, las firmas
de alta costura, como Chanel o Dior se aprestan a crear sus propias líneas de
bisutería, asociadas inevitablemente a la invención del prêt-à-porter que ellas mismas pondrían en marcha en la moda
indumentaria.
Por último,
debe destacarse también la participación de alguno de los artistas plásticos
más relevantes del momento en el diseño de joyas. Quizá el caso de Salvador
Dalí sea durante este periodo el más destacado o conocido, pero no el único que
cabe citar.
MARGARITA
PÉREZ GRANDE
1. Del Funcionalismo al Art Decó (ca. 1900-1914)
2. Art Decó (1920-1940)
3. El retorno al revival iniciado a mediados de la década de 1930 y su consagración como tendencia de moda estable.
4. La eclosión de la Alta Bisutería y sus relaciones con la moda indumentaria.
5. Joyería matérica. Diseños con motivos naturalistas. Diseños de inspiración étnica.
6. El influjo de Oriente: Egipto. China, Japón e India.
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