jueves, 19 de septiembre de 2019



CICLO DE CONFERENCIAS SOBRE JOYERÍA ART DECÓ
Instituto Gemológico Español (C/ Alenza. Madrid)

De 1 a 29 de octubre de 2019

Martes, de 19 a 20h

https://ige.org/events/ciclo-de-conferencias-tematicas-art-deco/


Desde comienzos del siglo XX los mismos artífices que habían creado la estética del Modernismo, iniciaron un giro paulatino en favor de diseños que se apartaban decididamente del criterio naturalista e incluso de la expresividad y dinamismo de sus motivos abstractos, para esquematizar los elementos orgánicos o desecar los encintados y entrelazos, transformándolos además en un puro grafismo. En ambos casos, se trataba de adaptar, de someter la ornamentación a una estructura nueva, estrictamente geométrica, que es ahora la nueva protagonista de la forma de la pieza.

El racionalismo basado en los criterios más elementales del viejo clasicismo iniciaba así una nueva etapa que coexistió hasta la I Guerra Mundial con el Modernismo, de hecho, podría decirse que incluso parece formar parte de él, habida cuenta de que debe a la estética de éste su punto de partida. Hasta tal punto, que esta nueva tendencia ni siquiera llega a tener nombre propio por el momento, más allá de su justificación por el desarrollo del funcionalismo que desde los proyectos arquitectónicos influye en la renovación del conjunto de las artes decorativas. A través del impacto causado por la idea de “diseño integral” promovida desde finales del siglo XIX por entidades como la Escuela de Arte de Glasgow dirigida por Charles R. Mackintosh (1896-1928), o los Talleres de Viena (Wiener Werkstätte) fundados en 1903 y en activo hasta 1932. Pero también de la acción personal como diseñadores de Henry Van de Velde, Peter Beherens, Josef Hoffmann o Joseph Maria Olbrich. Todo ello tendría su colofón en la Bauhaus (1919-1933), fundada apenas un año después de la conclusión de la I Guerra Mundial y liquidada tras el ascenso de Hitler al poder.

También debe señalarse su correspondencia con la transformación que en paralelo experimentaron las artes plásticas y que condujo a las primeras manifestaciones de abstracción pura. Iniciada igualmente antes de la guerra, tiene su principio en ciertas obras del cubismo sintético inventado por Picasso y Braque, y del expresionismo abstracto alemán representado especialmente por Kandinsky, que fue responsable a su vez en parte del nacimiento del Constructivismo ruso, mientras Piet Mondrian y Theo van Doesburg alumbraban en Holanda los primeros cuadros abstractos.

Aunque la etapa inicial anterior al conflicto bélico, como se ha dicho,  no alcanzara a ser siquiera nombrada de una manera concreta, puede considerarse ahora en perspectiva como el anuncio de un nuevo estilo que se materializaría ya durante el periodo de Entreguerras, y que quedaría consagrado a partir de la Exposición Internacional de Artes Decorativas e Industriales Modernas, celebrada en París el año 1925, de cuyo título derivaría también el nombre con el que finalmente se denominaría: Art Déco.

Para entonces, los diseños presentaban dos fórmulas que coincidían en servirse de unas estructuras simplificadas, compuestas por formas geométricas elementales y dominadas por líneas puras, rectas o curvas: esferas o medias esferas; aros circulares, ovales, pero también en forma de herradura o de eslabón; triángulos, pirámides y otros poliedros; cuadrados y rectángulos; y todo ello sobre un único plano o bien con diferentes planos superpuestos formando un ensamblaje tridimensional. También pueden encontrarse referencias inevitables a la máquina y a la industria, por lo que además de la aparición de las primeras cadenas y cordones articulados por ensambles invisibles que imitan los tubos de conducción del gas, también es posible encontrar diseños de piezas que parecen inspirados en los émbolos, pistones y engranajes de una máquina. Sin embargo, desde el punto de vista ornamental, se distingue una tendencia más radical que parece querer llevar hasta sus últimas consecuencias la renovación hasta lo esencial de la estética, y se sirve sistemáticamente de motivos abstractos, inspirados en las mismas formas geométricas usadas en la propia estructura, lo que hace a menudo indiferenciable la forma del objeto y su ornamentación.

En otros objetos, esta radicalidad es moderada en cambio con la adición de motivos que rescatan las flores y las vegetaciones, rigurosamente ordenadas eso sí sobre la pieza, siguiendo diseños planos y repetitivos, que cubren amplias zonas de su superficie, sugiriendo a menudo estampados textiles. Incluso broches y colgantes adoptan forma de jarrones con flores o con frutos, igualmente esquematizados y guardando así una completa coherencia con la base estética del Art Déco.

Al mismo tiempo que se desarrollaba este estilo como tendencia dominante del periodo sobrevive, e incluso se intensifica en algunos casos en relación con acontecimientos de especial relevancia (como el descubrimiento en 1922 de la tumba del faraón Tutankamón), una línea de diseños inspirados en los motivos del antiguo Egipto y del Extremo Oriente, con China y Japón por un lado en este último caso, y por otro la India, cuya presencia se prolongaría aún durante las dos décadas siguientes.

La unidad de estilo que encarnaba el Art Déco comenzó a romperse aproximadamente a mediados de los años 1930, cuando se inició con claridad un cambio de tendencia que no se manifiestaría de forma homogénea, sino que al contrario tendería a guiarse por un eclecticismo intuitivo, que impidió la definición de un nuevo estilo, abriendo un amplio abanico de posibilidades que se desarrollarían ya abiertamente después de la II Guerra Mundial. Aunque para entonces imbuida quizá en algunos casos de un espíritu más conservador, que en ocasiones se traduce en resultados algo relamidos. Convivirán así el revival, los motivos naturalistas (flores, hojas, frutos, animales, conchas, etc.), los diseños textiles (lazos, mallas, borlas, flecos, cordones, cuerdas, “cremalleras”), los texturados, el orientalismo, lo étnico y los caprichos. Mientras la joya matérica, que se sirve del mejor material gemológico como principal y único mérito del objeto, sigue pasando por todas las etapas, a menudo mostrando su indiferencia ante los cambios de estilo.

La diversidad que se observaba ya en la primera colección de joyas con diamantes presentada por Coco Chanel en París el año 1932, había sido el primer aviso del cambio que iba a producirse. También la inesperada presencia de los tutti fruti de Cartier, alterando la estricta geometría de algunos objetos apuntaba en la misma dirección.

Por otro lado, debe destacarse la importancia que adquiere a partir de esta época la alta bisutería, a cargo de una pléyade de diseñadores especializados en este campo de las también llamadas joyas “de fantasía” (costume jewellery), que trabaja con solvencia como contrapartida a las grandes firmas, y que se dirige especialmente a una clase media de espíritu más moderno, que no tiene miedo ni al sucedáneo ni a la extravagancia de un tamaño de objeto a veces desmesurado, ni a la libertad cromática ni a la interpretación irónica de los modelos de la alta joyería. Incluso, las firmas de alta costura, como Chanel o Dior se aprestan a crear sus propias líneas de bisutería, asociadas inevitablemente a la invención del prêt-à-porter que ellas mismas pondrían en marcha en la moda indumentaria.

Por último, debe destacarse también la participación de alguno de los artistas plásticos más relevantes del momento en el diseño de joyas. Quizá el caso de Salvador Dalí sea durante este periodo el más destacado o conocido, pero no el único que cabe citar.     


MARGARITA PÉREZ GRANDE


Programa

1. Del Funcionalismo al Art Decó (ca. 1900-1914)

2. Art Decó (1920-1940)

3. El retorno al revival iniciado a mediados de la década de 1930 y su consagración como tendencia de moda estable.

4. La eclosión de la Alta Bisutería y sus relaciones con la moda indumentaria.

5. Joyería matérica. Diseños con motivos naturalistas. Diseños de inspiración étnica.


6. El influjo de Oriente: Egipto. China, Japón e India.





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